Cómo afecta el calor a nuestras neuronas.

marina

Usuario conocido
Miembro del equipo
El verano tiene muchos beneficios para nuestro organismo, incluido para nuestro cerebro. A más horas de sol, mayor producción de serotonina, lo que afecta positivamente a nuestro estado de ánimo. La luz solar estimula la producción de la la vitamina D, muy beneficiosa para la salud.

Pero no todo son alegrías: hay un límite de calor a partir del cual nuestro cerebro no funciona correctamente: los 40℃.

Los seres humanos somos homeotermos: gracias a nuestro hipotálamo -la región del cerebro que regula la temperatura- somos capaces de mantener una temperatura constante de unos 36-37 ℃, independientemente de la temperatura ambiental.

Pero cuando nuestro cuerpo alcanza temperaturas por encima de los 40 ℃, el hipotálamo deja de funcionar correctamente y no controla nuestro sistema natural de enfriamiento, la transpiración. Es entonces cuando podemos sufrir un golpe de calor. En esta situación, el sistema nervioso es especialmente vulnerable.

Como el hipotálamo tiene que trabajar en exceso para mantener una temperatura corporal adecuada, deja en un segundo plano otras funciones vitales como la atención, que se ve ralentizada. Los impulsos nerviosos tardan más en propagarse y por tanto nuestra capacidad de respuesta es mucho más lenta.

Estamos, por tanto, más cansados y apáticos. Todo esto afecta a nuestro estado de ánimo, causando irritabilidad y confusión.

Con el calor las proteínas se desnaturalizan -pierden su estructura, se derriten, lo cual afecta y mucho a las neuronas.

Este proceso desencadena una respuesta inflamatoria que modifica la homeostasis (equilibrio) del tejido nervioso. En concreto, hay un tipo específico de neuronas especialmente sensible al daño: las células de Purkinje. Estas neuronas se encuentran en el cerebelo, y son responsables de la función motora.

De ahí que uno de los síntomas característicos de un golpe de calor sea la debilidad motora con afectación grave de la coordinación y el equilibrio.

Otra de las funciones del hipotálamo es regular los ciclos de sueño y vigilia. La luz, la temperatura, indican al cerebro cuándo debe inducirse el sueño.

Las altas temperaturas confunden al hipotálamo, y se produce una hiperexcitación del cerebro, por lo que nos cuesta más conciliar el sueño.

Otro de los problemas asociados a las altas temperaturas es la deshidratación. Un grado severo puede provocar alteraciones graves como pérdida de memoria a corto plazo, somnolencia o fatiga muscular. Esto además favorece que las toxinas no se eliminen correctamente y se acumulen en nuestro organismo.

En verano los capilares tienden a estar dilatados para expulsar el calor del cuerpo. Pero si de repente tomamos algo frío, los vasos sanguíneos pasan rápidamente de su dilatación normal para eliminar calor, a la contracción por el frío de lo que estamos tomando.

El resultado: el sistema circulatorio no favorece a la termorregulación.

Así que: ¡cuidado con las bebidas muy frías! Nos refresca el paladar, pero no siempre ayuda al organismo a adaptarse a las altas temperaturas.


Según José A. Morales García, profesor e investigador científico en Neurociencia de la Universidad Complutense de Madrid, el calor puede provocar en el cuerpo humano:
hace menos efectivas las vacunas, reduce la función cognitiva, reduce la función inmunológica, aumenta el riesgo cardio-vascular, riesgo de diabetes tipo 2 y padecer obesidad.
 
Arriba